Escrito por:

Leonardo Aja Eslava
Psicólogo Forenses,
Experto en Drogodependencias
Especialista en Terapia de Familia
Corporación Buscando Animo


Introducción

En el transcurrir de los últimos 50 años, el suicidio se ha ido convirtiendo en un problema de salud pública en muchos países. Borges y otros (2010) mencionan que en México el suicidio se incrementó en un 275% desde 1970 hasta 2007. Para otro período de tiempo, Davila y otros (2015) mencionan que desde el año 2.000 hasta el 2012, nuevamente se reafirma la tendencia al incremento en las tasas de suicidio. Según De Rozas (2014) en Argentina el suicidio se incrementó en un 49% entre 1997 y 2012. En Colombia, si bien las tasas de suicidio estuvieron relativamente estables entre el 2004 hasta el 2013, Gómez Montoya (2018) menciona que a partir del año 2014 y hasta la fecha, el suicidio nuevamente ha mostrado incrementos significativos, al punto tal que en el año 2017 se superó la tasa registrada en 1999, que fue de 5.3 casos por 100.000 habitantes: en el año 2017 se llegó a 5.7. La Organización Mundial de la Salud (2014) menciona que cada 40 segundos alguien muere por suicidio en algún lugar del mundo, cerca de 800.000 personas mueren cada año por esta causa, superando los fallecimientos por homicidio, contando quienes fallecen en conflicto bélicos y es además, la segunda causa de muerte en el grupo de personas entre 15 y 29 años.

Los factores de riesgo

Un factor de riesgo es una condición que puede ser personal, circunstancial o ambiental, que puede dar indicios sobre la posibilidad de ocurrencia de una conducta suicida en un individuo. Es decir, los factores serían condiciones que aumentan o disminuyen la probabilidad de que se cometa el suicidio (Secretaria de Gobierno, 2008). A su vez, según algunos autores como Adam (1990) y White (1998), dichos factores pueden clasificarse en:

  1. Factores predisponentes: Colocan al sujeto en una condición de mayor vulnerabilidad frente al suicidio. Antecedentes familiares de suicidio, depresión u otros trastornos psiquiátricos; pérdidas en la infancia o sino, el aislamiento social. La interacción entre influencia ambiental o los marcadores biológicos, no es fácil de delimitar.
  2. Factores contribuyentes: Tienen la capacidad de exacerbar el riesgo de suicidio que se empezó a construir con los factores predisponentes. Aquí puede entrar el consumo abusivo de sustancias psicoactivas por ejemplo, también pueden entrar ciertas competencias intra e interpersonales que no se han desarrollado de manera favorable y adaptativa. Estamos hablando de los estilos de afrontamiento, la impulsividad, estilos cognitivos muy rígidos y baja tolerancia a la frustración entre otros.
  3. Factores precipitantes: También son los mal llamados “causas” del suicidio. Los factores precipitantes desatan, activan o impulsan el escenario de riesgo de suicidio que previamente se empezó a gestar.
  1. Factores de protección: En un sentido inverso, los factores de protección tienen un efecto de contrabalanceo, especialmente sobre los factores contribuyentes. Es aquí en donde las acciones de promoción de la salud tienen vital importancia.

Hay que hacer una precisión: el principal factor de riesgo para el suicidio es la existencia de la idea suicida (Villalobos y Crespo, 2004; Freemann y Reinecke, 1995; Maris, 1992), sin ella, ningún otro factor, circunstancias o condición tiene sentido. Es así que, el antecedente familiar de suicidio en un sujeto, puede crear un entorno que aumenta la posibilidad para que éste empiece a concebir el suicidio y a ello se le deben sumar los otros factores. Entonces, esto permite diferenciar entre probabilidad y determinación

El papel específico de la depresión y el abuso de sustancias

Hay dos factores a los cuales se les da mucho peso en la definición del riesgo de suicidio: la presencia de depresión y al abuso de consumo de sustancias. Las cifras de la depresión también van en aumento, según la OMS pueden ser alrededor de 300 millones de personas alrededor del mundo que experimentan este trastorno. Adicionalmente, también afirma que para el año 2020, la depresión será la principal causa de discapacidad en el mundo en conjunción con el uso de sustancias, García y Aroca (2014) mencionan que “El 90% de las personas que fallecen por suicidio sufren una patología psiquiátrica (depresión mayor, trastorno bipolar, abuso de alcohol-drogas, esquizofrenia y trastornos de personalidad)”. Y poniendo en conexión el riesgo de suicidio con la población juvenil, existentes evidencias que muestran que el consumo abusivo de sustancias, incluido el alcohol, eleva significativamente el riesgo de suicidio en adolescentes. Serrano y otros dicen: “Se ha observado que las variables con capacidad predictiva sobre las conductas suicidas fueron: tentativas suicidas previas, síntomas depresivos, uso desadaptativo o patológico de internet, problemas con los compañeros y consumo de alcohol” (2017).

La prevención del suicidio y el síndrome de Burnout

En el año 2000 la OMS declara el síndrome de Burnout como un factor de riesgo laboral, que incluso puede afectar la vida misma (Saborio y Hidalgo, 2015). Tanto es así, que autores como (Aceves 2006) afirma que además de crear una condición de vulnerabilidad frente al abuso de sustancias, también se refiere al riesgo de suicidio como una posibilidad para quién experimente el síndrome.
Ante estas perspectivas, se hace imperativo que las estrategias orientadas a la prevención del Burnout, como técnicas de control y regulación del estrés, mejoramiento del clima organizacional, mejoramiento de habilidades sociales y comunicación asertiva se estén promocionando constantemente dentro de los ámbitos laborales. Todo lo anterior, no compite con acciones directas de prevención de suicidio tales como: brindarle a la comunidad la información para identificar las señales de riesgo, el conocimiento de los mitos sobre el suicidio, información sobre la existencia de servicios telefónicos de atención en crisis, el desarrollo de protocolos de intervención en crisis y primeros auxilios psicológicos y por último, la canalización de la persona en riesgo a un servicio especializado de salud mental. No obstante, los programas de prevención sobre consumo de sustancias psicoactivas también son de alta relevancia y pertinencia, tanto para la prevención de Burnout como del riesgo de suicidio.

Bibliografía

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    Adam, K. (1990). Environmental, psychosocial, and psychoanalytic aspects of suicidal behaviour. In S. Blumenthal & D. Kupfer (Eds.), Suicide over the life cycle: Risk factors, assessment and treatment of suicidal patients. (pp. 39-96). Washington: APA Press, Inc.
  • Borges, G., Orozco, R., Benjet, C., & Medina-Mora, M. E. (2010). Suicidio y conductas suicidas en México: retrospectiva y situación actual. Salud pública de México, 52(4), 292-304.
  • Dávila Cervantes, C. A., Ochoa Torres, M. D. P., & Casique Rodríguez, I. (2015). Análisis del impacto de la mortalidad por suicidios en México, 2000-2012. Salud colectiva, 11(4), 471-484.
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  • García, E. B., & Aroca, F. (2014). Factores de riesgo de la conducta suicida asociados a trastornos depresivos y ansiedad. Salud mental, 37(5), 373-380.
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  • Maris R.W. Overview of the Study of Suicide Assessment and Prediction. en Maris, R.W.; Berman, A.L.; Maltsberg, J.T.; Yufit, R.I. (Editores). (1992) Assessment and Prediction of Suicide. New York: The Guilford Press. 3 -23.
    Organización Mundial de la Salud. (2014) Preventing Suicide: A global Imperative. Ginebra: ISBN 978 92 4 156477 9.
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  • White, J. (1998). Comprehensive youth suicide prevention: A model for understanding. In A. Leenaars, R. Bland, R. Dyck, I. Sakinofsky, S. Wenckstern, & M. Kral (Eds.), Suicide in Canada. Toronto: University of Toronto Press.

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