Escrito por:

Rafael Ruiz C.
Secretario General del Consejo General de Relaciones Industriales y Ciencias del trabajo


Empoderamiento ocupacional en el adulto mayor, estrategia para un envejecimiento exitoso

EL ABANDONO DE JULIA* Confundida y humillada, Julia, una mujer de 76 años sin parientes conocidos, es desalojada de su apartamento y abandonada en una de las peores instituciones de salud pública del país: un asilo de personas mayores. Aunque Julia no padecía de ninguna afección médica, el propietario del edificio se deshizo de ella porque a su edad avanzada, Julia era considerada una carga financiera; durante un año, Julia intentó, sin ningún resultado, recuperar su apartamento. El estigma de que las personas mayores son incompetentes la dejó impotente, forzada a vivir en una institución insalubre, llena de cucarachas y sucia, Julia recibía medicamentos caducados, alimentos inadecuados y no tenía suficientes instalaciones sanitarias; pronto se debilitó y enfermó.

Psicológicamente, Julia se sentía sola y traicionada, el poco personal médico la ignoraba y la ataba a las sillas junto con otros residentes como una manera de “controlarlos”. Después de un año de luchar por sobrevivir a estas condiciones, una trabajadora social del programa de maltrato a personas mayores del país llamó a una ONG para tomar el caso de Julia.

(Esta historia se basa en un incidente real que ocurrió en Latinoamérica, reportado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Red Internacional para la Prevención y Maltrato en la Vejez (INPEA), una ONG con estado consultivo especial en las Naciones Unidas.)

Tomado del texto “Derechos Humanos y Salud-Personas Mayores” Organización Panamericana de la Salud, 2008

El caso anterior, refleja uno de los problemas que más preocupa en la actualidad acerca de la vejez. Alrededor de uno de cada seis ancianos sufre algún tipo de maltrato, una cifra superior a estimaciones anteriores y que, según las previsiones, aumentará debido al envejecimiento de la población en todo el mundo. De acuerdo con un nuevo estudio financiado por la OMS y publicado en la revista The Lancet Global Health, cerca de un 16% de las personas de 60 años o más han sido víctimas de maltrato psicológico (11,6%), abuso económico (6,8%), negligencia (4,2%), maltrato físico (2,6%) o agresiones sexuales (0,9%). Esta investigación se basa en los mejores datos procedentes de 52 estudios realizados en 28 países de distintas regiones. (OMS, Comunicado de prensa, junio de 2017).

En Colombia, según ha concluido un informe de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Sabana y la Asociación Colombiana de Gerontología y Geriatría, para 2020 habrá dos adultos mayores por cada adolescente, pero sus condiciones de vida serán preocupantes. El estudio, que consultó a 30.000 adultos mayores de 250 municipios de Colombia, demostró que el 9,3 % de ellos viven solos, y en Bogotá el 11 % sobreviven en esta condición.

Acerca de esta temática, La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha comprobado que las actitudes negativas o discriminatorias hacia las personas mayores están muy extendidas y son perjudiciales para su salud física y mental. Una encuesta realizada a 83.000 personas en 57 países, donde se evaluaron las actitudes hacia las personas mayores en todos los grupos de edad, revela que la opinión del 60% de los encuestados, no ofrece a los ancianos el respeto que merecen (OMS, Comunicado de prensa, septiembre de 2016).

Por su parte, Chawla (como se citó en citado en Zavala, G., Vidal, G., Castro S., Quiroga y Klassen 2006) afirma que los ancianos «no siempre son dependientes a causa de su decadencia física, lo son principalmente debido a la forma cómo los categorizan socialmente y a las presiones que se ejercen sobre ellos”. Si bien es cierto que el envejecer implica un deterioro biológico, son las condiciones sociales de carencia de servicios y las ideas contenidas en el modelo médico tradicional las que restan oportunidades para que la persona se mantenga activa y autovalente. Esta carencia sociocultural les hace sentirse inútiles y sin reconocimiento. La falta de tareas específicas conlleva la dificultad para saber en qué concentrar los esfuerzos y en qué modo potencializar sus propias capacidades.

Es en estos casos cuando la ocupación cobra especial importancia para la persona mayor, ya que constituye una fuente de bienestar y desarrollo, se convierte en un elemento esencial de la vida en sociedad y un derecho inalienable (Poblete, 2014).

La ocupación es un hacer dirigido por metas que implica la realización de actividades personalmente significativas para el cambio de la situación ocupacional de las personas (Peñas, Torres, & Gómez, 2005) e incluye todas las actividades que se realizan diariamente y donde se logra participación. Por tanto, de acuerdo con Covington, 2000; James y Glaze, 2006; Stafford, 1999, limitar el acceso a diversas ocupaciones o prohibirle al ser humano, participar en diversas actividades que son importantes para su vida, puede afectar su salud mental y física (citado en Ciocan & Bolfa, 2013).

La edad adulta tardía como una etapa del ciclo de vida del ser humano, con sus características propias y definidas, lleva inmersa la posibilidad de prepararse para la vejez, implica esencialmente asumir y resolver la aceptación de la edad, una redefinición de roles, la búsqueda e identificación de formas alternativas para el cese de ingresos y la revisión de vida y establecimiento de nuevas metas. Así, el «funcionamiento» de una persona en sociedad es factible de medir a través de su desempeño en los distintos roles sociales que le corresponde ejecutar (Parsons, 1999).

La tendencia a favor de una “vejez activa” procura que el anciano conserve su independencia, su libertad de acción y su iniciativa, de manera que sea capaz de elegir el mayor número de opciones en su vida, sin desconocer la realidad que la gente de mayor edad, es menos capaz de ejercer su independencia, tiene menos eficiencia en su trabajo y es más vulnerable a las enfermedades (Barros, citado en Zavala et al. 2006), sin embargo puede lograr esta “vejez activa” en la medida que encuentra una motivación intrínseca que lo lleve desarrollar ocupaciones donde aún puede participar.

La persona mayor, ha de tomar una actitud positiva en la vida y la primera de estas actitudes básicas es aprender de sí mismo, aprender a saber vivir consigo mismo, a conocerse tal y como es, con sus dimensiones reales, espaciales, temporales, corporales y espirituales. A partir de estos procesos se plantea entonces, trascender del envejecimiento activo a un envejecimiento positivo.

El desempeño ocupacional para la persona mayor, como necesidad existencial, estaría orientado a ser autónomo, eficiente y eficaz en el autocuidado, el descanso, el sueño y el ocio productivo. La importancia de esto para el caso de la persona mayor, es que desde sus hábitos y rutinas logre el sentimiento de control, la emancipación, la independencia y por tanto, la autonomía, manteniéndose el respeto, tolerancia, apoyo y cuidado. Desde esta perspectiva, un envejecimiento positivo, exitoso y saludable tiene que ver con el funcionamiento biológico, psicológico y social que permite la plena participación social y familiar de los que envejecen.

El principal sistema social en la vejez, hace referencia al apoyo familiar como red primaria, hablar de calidad de vida del adulto mayor, según Velandia (1994) es la resultante de la interacción entre las diferentes características de la existencia humana (vivienda, vestido, alimentación, educación y libertades humanas), cada una de estas contribuye de diferente manera a un óptimo estado de bienestar. La calidad de vida del adulto mayor se da en la medida en que logre reconocimiento a partir de relaciones sociales significativas; esta etapa de su vida será vivida como prolongación y continuación de un proceso vital, de lo contrario, se vivirá como una fase de declinación funcional y aislamiento social del adulto mayor (Krzeimen, citado por Vera 2007).

El análisis de la ocupación en la persona mayor como espacio para la promoción de la salud, permite organizar y orientar las actividades, capacidades, intereses, necesidades y satisfactores propios de esta población, sujetos inmersos en un ambiente particular, que en muchas ocasiones requiere adaptaciones y modificaciones físicas que evitan barreras arquitectónicas y facilitan la independencia en sus actividades, transforman las actitudes e imaginarios sobre la vejez, evitando así, la deprivación ocupacional que lleva al estado de exclusión prolongada de la participación en ocupaciones necesarias y significativas generando por tanto, oportunidades para el desempeño de roles propios de este momento del curso de vida.

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